El BBVA acaba de publicar los resultados correspondientes a 2016, que en un primer análisis, parecen realmente buenos, con sólidos crecimientos en casi todas las áreas geográficas donde opera. Es cierto que retroceden un 28% con respecto al último trimestre de 2015, pero en términos anuales suponen un incremento del 31%, alcanzando niveles no vistos desde 2010.
No obstante, por una causa o por otra, no hay manera de que podamos saber cuáles podrían ser los beneficios "normalizados" del banco. Cuando no hay provisión por una cosa, la hay por otra. En esta ocasión las clausulas suelo se han encargado de distorsionar los resultados del cuarto trimestre.
A nivel operativo, se vuelve a demostrarse la importancia de Méjico, y el fuerte impacto de la depreciación tanto del peso mejicano como de la lira turca. Es lo que tiene invertir en países como éstos, una gran rentabilidad potencial, pero expuestos a este tipo de situaciones. Si en el futuro estas divisas dejan de caer el BBVA podría recibir muy buenas noticias de sus inversiones en estos países. Otra cosa es que Trump esté por la labor.
Aparte de los resultados en sí, y cómo no, la famosa digitalización, el BBVA nos ha dado una sorpresa positiva: el fin del Dividendo Flexible. En muchas ocasiones he comentado mi parecer sobre este falso sistema de remuneración al accionista y su pernicioso efecto sobre la cotización si no se complementa con políticas de recompra y amortización de acciones propias. Es por ello que no pueda sino alegrarme de que el BBVA haya decidido eliminar el pago en acciones gratis, sustituyéndolo por el tradicional dividendo en efectivo.
De hecho el próximo abril pondrá en marcha el último Dividendo Flexible, con un precio de recompra aproximado de 0,13 euros por derecho. A partir de ahí, ha establecido un pago de dividendos íntegramente en efectivo, con un pay-out de entre el 30 y el 40% del beneficio neto, a realizar en dos partes, previsiblemente en abril y octubre.
Esto supone una doble mejora, ya que además de evitar la dilución de los dividendos flexibles, liga el dividendo al beneficio neto (lo de fijar una cantidad predeterminada es absurdo como vimos en los casos de Telefónica o Santander), y pasa de cuatro pagos anuales a dos, con el consiguiente ahorro de gastos para los accionistas.
En resumen, buenos resultados operativo, solo empañados por el impacto de las clausulas suelo y la depreciación de divisas, y una política de dividendos mucho más racional y atractiva para el accionista. Ahora solo cabe pedir que la cotización siga subiendo, que falta le hace.
No obstante, por una causa o por otra, no hay manera de que podamos saber cuáles podrían ser los beneficios "normalizados" del banco. Cuando no hay provisión por una cosa, la hay por otra. En esta ocasión las clausulas suelo se han encargado de distorsionar los resultados del cuarto trimestre.
A nivel operativo, se vuelve a demostrarse la importancia de Méjico, y el fuerte impacto de la depreciación tanto del peso mejicano como de la lira turca. Es lo que tiene invertir en países como éstos, una gran rentabilidad potencial, pero expuestos a este tipo de situaciones. Si en el futuro estas divisas dejan de caer el BBVA podría recibir muy buenas noticias de sus inversiones en estos países. Otra cosa es que Trump esté por la labor.
Aparte de los resultados en sí, y cómo no, la famosa digitalización, el BBVA nos ha dado una sorpresa positiva: el fin del Dividendo Flexible. En muchas ocasiones he comentado mi parecer sobre este falso sistema de remuneración al accionista y su pernicioso efecto sobre la cotización si no se complementa con políticas de recompra y amortización de acciones propias. Es por ello que no pueda sino alegrarme de que el BBVA haya decidido eliminar el pago en acciones gratis, sustituyéndolo por el tradicional dividendo en efectivo.
De hecho el próximo abril pondrá en marcha el último Dividendo Flexible, con un precio de recompra aproximado de 0,13 euros por derecho. A partir de ahí, ha establecido un pago de dividendos íntegramente en efectivo, con un pay-out de entre el 30 y el 40% del beneficio neto, a realizar en dos partes, previsiblemente en abril y octubre.
Esto supone una doble mejora, ya que además de evitar la dilución de los dividendos flexibles, liga el dividendo al beneficio neto (lo de fijar una cantidad predeterminada es absurdo como vimos en los casos de Telefónica o Santander), y pasa de cuatro pagos anuales a dos, con el consiguiente ahorro de gastos para los accionistas.
En resumen, buenos resultados operativo, solo empañados por el impacto de las clausulas suelo y la depreciación de divisas, y una política de dividendos mucho más racional y atractiva para el accionista. Ahora solo cabe pedir que la cotización siga subiendo, que falta le hace.