Ayer conocimos los datos del índice de precios en Portugal y sorprendió negativamente una caída del 0,3% en febrero, colocando la tasa interanual en terreno negativo. En nuestro caso, el indicador se quedó en un preocupante 0%.
Todos estos datos apuntan a que el próximo problema a evitar va a ser la deflación, o lo que es lo mismo, una tendencia de precios a la baja, al contrario que la inflación, que es un proceso de precios al alza.
Siempre hemos tenido miedo a subidas descontroladas de precios, incluso tenemos el vocablo "hiperinflación" para describir movimientos alocados en los precios, tal y como vemos en algunos países como Venezuela o incluso Argentina, por no echar mano del manido ejemplo de la Alemania de los años 30, cuyo recuerdo todavía levanta pavor económico entre los alemanes.
Esas imágenes de precios que se cambian cada 10 minutos, billetes de millones de unidades de moneda local sin apenas valor, o personas que nada más cobrar su sueldo se lo gastan en bienes físicos, son realmente duras e impactantes, por lo que es normal que hablar de inflación y ponernos en guardia sea todo uno.
Es por eso que, incluso a primera vista, un descenso de precios no nos parezca mal ni mucho menos. Y efectivamente no lo es si no se convierte en una tendencia de largo plazo. Mucho de esto saben en Japón, donde tras explotar su colosal burbuja inmobiliaria y de crédito (¿nos suena, verdad?), entró en una espiral deflacionista de la que todavía no han salido, incluso a pesar de los últimos esfuerzos de su banco central, su famoso Abenomic.
Para conocer un poco más cuales son las consecuencias negativas de la deflación os aconsejo la lectura del artículo que al respecto aparece hoy en Finanzas.com. Es un buen resumen del impacto de la deflación en diversos ámbitos de nuestra vida.
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