En las últimas semanas un nuevo término ha venido a sumarse a la larga lista de nuevos vocablos que toda crisis económica pone de moda. Tras la archiconocida "prima de riesgo", diversos artículos de opinión y pronto numerosos titulares harán referencia a lo que se conoce como "abismo fiscal" o en su acepción anglosajona "fiscal cliff".
Lo primero que tenemos que saber es que el país en el que puede darse esta situación es Estados Unidos, con la consiguiente repercusión en el resto de las economías mundiales, y lo segundo es que no tiene nada que ver con los que aquí denominamos "agujero fiscal". Si en nuestro caso se trata de una manera más o menos coloquial de referirnos al déficit del estado, este caso es diametralmente opuesto, ya que hablamos de una brusca reducción de gasto tanto público como privado, provocado con la pérdida de incentivos fiscales.
De hecho se define como una combinación de incrementos de impuestos, debido a la expiración de incentivos de años anteriores, y una importante reducción de gasto público. Ambas entrarán en vigor en Enero de 2013.
Los incentivos fiscales provenientes de la era Bush junto con otros instaurados por la administración Obama estarán en vigor hasta finales del presente año, y su fin provocará un alza importante de los impuestos en USA, con la consiguiente pérdida de capacidad de gastos de los consumidores norteamericanos.
Por otro lado, la superación del llamado "techo de gasto" de la administración USA en Agosto de 2011 y los problemas que conllevó, llevaron a los responsables políticos a proponer medidas para rebajar el déficit publico. Al ser posible el acuerdo, se activó un procedimiento automático de reducción de 110.000 millones de dólares anuales, que comenzará precisamente el 1 de Enero de 2013.
El impacto en el PIB es claro, al afectar a dos de sus principales componentes, por lo que muchos economistas temen que pueda dar al traste con la débil recuperación económica e incluso abocar al país a una recesión durante el conjunto del año 2013.
La solución no es fácil, ya que la prórroga de los incentivos fiscales o el aumento de gasto público aumentarán el ya de por sí desbocado déficit norteamericano. Todo un dilema para los economistas y responsables políticos, pero de cuya correcta resolución dependerá en buena medida la marcha de la economía mundial.
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