Se esperaban con auténtica ansiedad tanto los presupuestos españoles para 2013 como los resultados de la auditoría externa sobre las necesidades de capital de buena parte del sistema financiero español.
En ambos casos su confección han requerido meses de trabajo y se supone que acceso a información difícil de conseguir por quien quiera hacer un ejercicio similar. Es cierto que las expectativas, el optimismo o el pesimismo pueden ser variables que condicionen todo el cuadro macroeconómico de un país, pero en el caso de los bancos las condiciones extremas marcadas por los evaluadores se antojaban a priori más que suficientemente duras.
Pues bien, menos de 24 horas después de conocer ambos documentos podemos encontrar todo tipo de reacciones, legítimas sin duda, pero que sorprenden por la precisión de los datos que contrapronen a los "oficiales" o por el categórico rechazo a los mismos tildándolos de meros artificios contables.
Cierto es que el nivel de confianza en las autoridades se encuentra en niveles mínimos, pero no deja de sorprender la ligereza con la que se emiten juicios descalificadores. Cuesta creer que todas esas opiniones están respaldadas por trabajos más rigurosos que por ejemplo los realizados por Oliver Wyman. estos pueden tener sus carencias, pero se supone que han contado con todos los medios requeridos para realizarlo.
Y no deja de ser irónico que algunas de las entidades más críticas con la auditoría bancaria, caso del Royal Bank of Scotland, sean precisamente aquéllas que han tenido que ser totalmente nacionalizadas por los gobiernos de sus países de origen, y sigan hoy en día contabilizando miles y miles de millones de euros en pérdidas. No estaría de más que se aplicaran a sí mismos los requisitos que exigen a los demás.
No hay dudas que la situación de la economía española es grave y que algunos de sus bancos están en una situación que pone muy en duda su viabilidad, pero todo esto es aplicable a otros muchos países y entidades.
Por eso, siendo un poco malpensados, este tipo de comentarios que ahondan y ahondan en la herida española, muchas veces por boca de medios de comunicación anglosajones, semejan cortinas de humo para mantener la atención de los mercados fija en unos determinados países, y que el resto pasen de puntillas.
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