viernes, 3 de junio de 2016

Piensa en mí

Mayo ha sido un mes de trámite en los mercados que han conseguido salvar, sin demasiados sobresaltos, la antesala de un conjunto de citas cruciales para el devenir del mundo financiero en los próximos meses: referéndum en UK, reunión de la FED de junio, reunión de la OPEP, etc. y, además, en el ámbito doméstico las nuevas elecciones generales del próximo 26 de junio.

A lo largo del mes, las encuestas en el Reino Unido han concedido cierta ventaja a los partidarios de permanecer en la UE, el petróleo ha escalado hacia los 50 dólares, punto en el que tanto productores como consumidores parecen encontrarse cómodos, y el hecho de que los datos macroeconómicos hayan vuelto a alimentar la posibilidad de una subida de tipos de interés en Estados Unidos, se ha considerado más un signo de normalización que una amenazapara la recuperación económica global.

Por otro lado, ni la prima de riesgo ni la Bolsa española se han visto por el momento afectadas por el nuevo proceso electoral, sin que podamos descartar que según se acerque la cita, los inversores infraponderen los activos nacionales como medida de prudencia. En este sentido, seguimos optando por diversificar las carteras buscando exposición a otros mercados europeos, máxime cuando las caídas de los índices bursátiles han sido similares, y el potencial de recuperación de algunos de ellos, como el Eurostoxx 50, puede ser incluso superior.

Sin embargo, la tranquilidad vivida en los mercados de deuda, divisas, e incluso bursátiles, se ha visto alterada a nivel de empresas concretas, por la repercusión que hoy en día siguen teniendo controvertidas decisiones empresariales tomadas en el pasado, es decir, por lo que podríamos llamar riesgo gerencial.  No me refiero a la posible toma de decisiones erróneas por parte de los responsables de las empresas, algo inherente a su trabajo y que forma parte de la vida empresarial. Cuando hablo de riesgo gerencial me refiero a esas decisiones que incluso para el profano parecen excesivamente arriesgadas, o sin aparente lógica financiera. La OPA a Sogecable por parte de Prisa, las aventuras energéticas de Sacyr o ACS, Fadesa, Abengoa, Bankia o, este mismo mes, el lío del Popular, son solamente algunos ejemplos de clara destrucción de valor para los accionistas, en aras de no se sabe bien qué intereses.

Estos hechos, más frecuentes de lo que parece, nos llevan una vez más a aconsejar diversificar nuestras inversiones, tanto a nivel de activos como geográficamente, y como sufridos accionistas pedirle al consejero delegado o presidente de turno que, parafraseando el famoso bolero cuando compre o cuando venda…piensa en mí.

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