Tunguska. Hace algo más de 100 años, algo ocurrió en una remota región de Siberia derribando millones de árboles. Ni estela en el cielo ni cráter en tierra. Hoy en día seguimos sin saber qué ocurrió exactamente.
Finales de abril, principios de mayo de 2015, tras meses de caídas ininterrumpidas hasta niveles de rentabilidad cercanos a cero, los bonos a 10 años alemanes deciden marcarse un Tunguska. Casi un mes después, Mario Draghi lo achaca a factores técnicos, provocando una nueva ola vendedora ante la poca consistencia del argumento.
Esta vez han sido millones, no de árboles, sino de inversores los que se han visto afectados por este movimiento, sobre todo aquellos invertidos en fondos con duraciones largas. El binomio duración-rentabilidad ha dado paso al duración-riesgo, por lo que es preciso un análisis riguroso de los productos antes de tomar decisiones, sobre todo en la parte de la cartera donde queremos asumir menos riesgos.
Bolsas y divisas también se han visto afectadas, con caídas en los principales índices y una brusca apreciación del euro, al que ni tan siquiera el incierto desenlace de la crisis griega consigue acercar a la paridad.
En este contexto, los fondos de retorno absoluto y la gestión de la duración cobran una especial relevancia.
Y para terminar, un hecho contrastado, toda burbuja acaba con un “tunguska”, por más que deseemos un final a lo Armagedón, donde llámese Bruce Willis o Mario Draghi nos salven en el último momento.
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