viernes, 8 de febrero de 2013

Sí, el presidente del gobierno debería cobrar más

Ayer el alcalde Barcelona comentó que le parecía injusto el sueldo del presidente del gobierno, que más o menos asciende a 78.000 euros anuales. Acto seguido, le cayó, en forma de comentarios al artículo que lo mencionaba, la consiguiente lluvia de críticas, improperios y demás. Quien sí apoyó sus palabras fue el dirigente de Unió, Durán i Lleida, evitando una vez más la demagogia fácil y dando, a mi entender, una lección de sensatez.

La verdad es que estos días hay que tener valor para decirlo, quizá menos en su caso, ya que su sueldo es prácticamente el doble, y claro, comparando una ciudad y un país, ni nosotros los de Bilbao nos atrevemos a justificarlo. Y sin embargo, aunque no vaya a hacer precisamente amigos, yo estoy totalmente de acuerdo con sus declaraciones.

Vemos cómo hay banqueros que ganan millones al año a pesar de arruinar a sus empresas, futbolistas que mientras duermen se embolsan el sueldo de varias vidas de una persona normal, personajillos de chichinabo que por airear sus vergüenzas, propias o familiares, cobran cifras de escándalo, y nos parece normal. Eso sí, que la persona que en teoría tiene la mayor responsabilidad del país cobre 78.000 euros al año nos parece un escándalo mayúsculo.

Cierto que la lacra de la corrupción y el escándalo han desprestigiado de tal manera la vida política que cualquier salario parece inmerecido, pero si todo funcionara correctamente, cargos como el de presidente de gobierno deberían estar mucho mejor retribuidos. De otra forma, y dado el natural egoísmo humano, sólo quedarían en política los menos capaces, aquellos que no encontrarían otra forma de ganarse la vida, cuando para esa tarea se necesitan los mejores. Y lo bueno hay que pagarlo, si no, se desprestigia.

Nos quejamos con razón de ministros o ministras de curriculum discreto, por no decir ridículo, y sin más experiencia profesional que haber pasado de un puesto político a otro, pero no vemos necesario remunerar convenientemente esos puestos. Prefiero personas cualificadas y honradas, pero bien pagadas, que incompetentes con salarios mediocres que al final nos resultan tremendamente caros, porque sus errores los pagamos todos, y a los hechos recientes me remito.

Lo que hay que exigir es que cumplan honestamente su labor, que sean transparentes, eliminar todo atisbo de corrupción, controlar el gasto público y acabar con el enchufismo y la subvención al amiguete de turno. Por aquí es por donde de verdad se escapa el dinero que pagamos en impuestos.

Bueno, pues nada, ya lo he dicho, no seáis demasiado duros conmigo.

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