miércoles, 6 de febrero de 2013

El pequeño comercio se muere

Si bien los datos del PMI que comenté ayer reflejaban un mejoría tanto sobre las previsiones como sobre los datos previos, algunas partidas siguen reflejando una realidad realmente dramática. Podía hablar del empleo, pero hoy me voy fijar en la rúbrica que analiza las ventas minoristas, un importantísimo termómetro de la crisis y reflejo de los profundos cambios que se han producido en nuestros hábitos de consumo.

Se trata además de una realidad cercana y que la prensa de hoy destaca, ya que los datos apuntan a que la pasada campaña navideña, y el conjunto de 2012, han sido en Euskadi las peores que se recuerdan, con descensos en las ventas superiores al 5%.

A pesar de las agresivas rebajas que inundan los escaparates de nuestros comercios, el consumo sigue totalmente retraído. El paro, el miedo a la pérdida del empleo, la sensación de inseguridad, la incertidumbre sobre el futuro, ha calado hondo en todos nosotros y afecta a nuestras decisiones de gasto, eliminando cualquier desembolso superfluo y priorizando precio sobre otras variables, incluso sobre la calidad.

Lamentablemente, la consecuencia también es bien visible, liquidaciones por cierre, carteles de alquiler o traspaso de negocios, tiendas que desaparecen, vida que se escapa de nuestras calles y barrios.

En este sentido, me he acordado de un artículo que escribí en 2009 y que desafortunadamente sigue siendo actual, demasiado actual.

Orgulloso de ellos
Siempre me ha gustado andar por las calles  fijándome en lo que pasa a mi alrededor,para lo cual es imprescindible no ir conectado a una de esos artilugios que hoy en día nos hacen parecernos a ermitaños en sus conchas. De esta forma, siempre temprano, descubriremos un gesto cotidiano para muchos y al que yo doy enorme importancia, la estampa de un hombre o una mujer levantando la persiana de su negocio.
Quizá sea porque lo he vivido desde pequeño, viendo salir al alba a mi padre camino de su taller para volver ya de noche, sin horario fijo, ni fines de semana garantizados, ni sueldo fijo. Por eso me alegra comprobar que un día más alguien logra seguir con su negocio, y me apena cada vez que un papel pegado con celo, un cartel de rebajas por liquidación, o simplemente un candado que no se abre esa mañana, me anuncia que un negocio, una pequeña empresa, el sueño y la ilusión de sus responsables, han desaparecido.
En estos días, en que los medio de comunicación solo recogen noticias de despidos masivos en forma de ERE, los pequeños comercios son los grandes perjudicados o la vez que los grandes olvidados de esta crisis. Y eso a pesar de que cuantitativamente suponen el grueso de la población activa y que su goteo constante de cierres supera al final, y con mucho, a los despidos de las grandes corporaciones. Medidas de apoyo al pequeño empresario son imprescindibles en el contexto actual.
De ahí que iniciativas como los planes Renove que se han implementado en las últimas semanas hayan sido un gran alivio tanto para consumidores como para los gremios afectados, y constituyen un claro estímulo de la actividad económica.
Animo y, por favor, seguid levantando la persiana.
Desde aquí, cuatro duros años después, vuelvo a romper una lanza por nuestros comerciantes, por esas tiendas que crean empleo, que soportan buena parte de nuestra economía, y que necesitan nuestra ayuda para seguir levantando la persiana día a día. Va por vosotros.

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