Cuando la situación económica es tan complicada y decidir en qué invertir se antoja una tarea harto difícil, los inversores suelen fijarse en datos como los precios objetivo de las casas de análisis. Parece lógico que alguien que ha estudiado a fondo una compañía cuente con una información mucho más amplia y que sus conclusiones sobre la misma tengan mucha más validez que nuestro propio juicio.
A menudo nos sentimos atraídos por empresas cuyo precio objetivo suponga una gran potencial de revalorización con respecto al precio actual. En otras ocasiones nos alegra el día ver que cierta empresa que forma parte de nuestra cartera ha visto subir el precio objetivo que le otorga determinado analista, mientras que dudamos de su capacidad cuando la recomendación se torna negativa.
Existen varios métodos de determinar el valor de una empresa y por tanto su posible precio teórico, pero a fin de cuentas todos estos modelos dependen de variables que tenemos que estimar: tipos de interés, crecimiento de ventas, tendencias de demanda, costes...
De incluir determinado dato en el modelo dependerá en buena medida el resultado final, de ahí que los resultados difieran notablemente de uno a otro. Ayer mismo vimos tres informes sobre Acerinox, cuya cotización actual ronda los 8 euros. El primero era optimista sobre su futuro y le daba un precio a doce meses vista de 11 euros, en segundo le otorgaba un precio de 8.80 euros, y el tercero 6 euros como seis soles. Claro a la vista de semejante disparidad uno se pregunta si la procedencia germana del tercero ha tenido algo que ver, o si el segundo quiere renegar de su pasado siemprealcista, o si el primero tiene oscuros intereses en que la cotización suba, con lo cual en vez de sacarnos de dudas, nos las han aumentado.
La conclusión es que los precios objetivo son un dato más a la hora de decidirnos por comprar una acción, pero no puede ser el único, ya vemos que son tan subjetivos como nuestras propias decisiones.
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