Esta madrugada la agencia de calificación crediticia Standard & Poor's ha recortado el rating de la deuda de Francia desde AA+ hasta AA. Más allá del duro golpe moral que les supone a nuestros vecinos del norte, no deja de ser un toque de atención para todos aquéllos que se han dormido en los laureles.
A diferencia de lo que ha pasado aquí, en Francia no ha habido ajuste alguno, ni de costes o sea de salarios, no de su desmesurado sector público. Y eso se nota, el paro sube, el economía pierde competitividad y rebaja de rating al canto.
Si alguien esperaba una violenta caída por este hecho, lo que hubiese sido normal hace unos meses, ya puede esperar tranquilo, ahora mismo descensos muy moderados en Europa e incluso números verdes en el Ibex 35.
Por otra parte, la reacción a la baja de todos los mercados tras el recorte de tipos del BCE de ayer, se achaca al miedo a la deflación, como si fuese cosa de un día.
Sea por lo que fuere, lo cierto es que tiene pinta de que a partir de ahora vamos a hablar mucho de este término. Deflación es lo contrario de inflación, es decir tendencia de precios a la baja. Y por si alguien piensa que menudo chollo, que vaya cambiando de parecer a la voz de ya.
Si una inflación desbocada es mala, una deflación prolongada es otro desastre. Al pensar que los precios de los bienes van a bajar en el futuro las decisiones de compra se postergan y postergan, el consumo cae, la actividad cae y ya tenemos el círculo vicioso montado. Salir de ahí es muy complicado, como bien saben los japoneses, que están dando ahora la última batalla con sus superestímulos monetarios, el Abenomics (por lo de su primer ministro, el señor Abe), para generar inflación.
Esto implica que se ahora en adelante los datos de precios (IPC, precios a la producción, expectativas de precios en ISM...) van a a ser mirados con lupa.
Ala, otra preocupación más a sumar a las ya existentes, eso sí, vamos a saber un montón de economía como sigan así las cosas.
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