Tras las deprimentes perspectivas económicas anunciadas por el gobierno el viernes, hoy hemos conocido los datos de IPC y ventas minoristas correspondientes al mes de Abril.
El IPC ha bajado con mucha fuerza, hasta el 1,4%, en niveles mínimos desde 2010, y por otra parte, las ventas minoristas se han desplomado un 8,9%, mostrando una vez más que el consumo sigue en caída libre.
La verdad es que realmente no deberían sorprendernos ya que con un paro del 27% y sin visos ni esperanza de mejora, la presión sobre los precios, si exceptuamos a los carburantes, es casi nula. Y como últimamente tanto petróleo como energía eléctrica han dado un respiro, el indicador cae con fuerza.
La presión de la demanda es nula, y la oferta existente presiona los precios a la baja para intentar atraer a los pocos compradores que existen.
A pesar de estas bajadas de precios y las continuas campañas de descuentos, ofertas y promociones de todo tipo que vemos en las tiendas, el consumo sigue descendiendo, sobre todo en pequeño comercio.
Habida cuenta de lo que nos espera en los próximos meses, no es descartable que podamos entrar en una fase deflacionista, con el peligro que supone. Esto supone que los precios, lejos de ascender suavemente, (una inflación moderada es positiva para la economía), tienden a descender. Esto provoca que los consumidores, ante expectativas bajistas en los precios, retrasen sus deciciones de compra, con lo que caen las ventas, la inversión , y la economía se para. Un ejemplo de esto es Japón, y mirad si es difícil salir de ahí que llevan casi dos décadas en ello y hasta el Banco de Japón ha decidido lanzar un órdago monetario a ver si escapan de ese círculo maldito para la economía.
Por acabar con algo positivo, esta caída de precios vuelve a ser favorable a la competitividad de las empresas y por tanto animará las exportaciones. Quien no se consuela...
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