La crisis económica que nos golpea desde hace años muestra en el paro su cara más amarga, con el intenso drama social que supone, y que con tanta crudeza hemos visto estos días con el tema de los desahucios.
Precisamente la crudeza de esas situaciones desvía nuestra atención de otras consecuencias de la crisis, menos visibles o socialmente menos llamativas , pero que son tremendamente importantes.
Una de ellas es la ruina en la que se han quedado muchos inversores en renta variable, inversores que no eran precisamente especuladores, sino ahorradores de toda la vida que habían puesto sus ahorros en compañías aparéntemente sólidas y con una trayectoria impecable.
Se puede argumentar que ya conocían el riesgo de la inversión en renta variable, y así es, ninguno de éllos va a solicitar nunca al estado que le indemnicen por las pérdidas, ninguno va a alegar desconocimiento ni nada parecido, asumen sus pérdidas y callan.
Aunque quizá en algunos casos no deberían callar, y deberían exigir responsabilidades por sus pérdidas.
Esto no es incoherente con lo expresado anteriormente, la responsabilidad exigida no es al Estado, al conjunto de los contribuyentes, sino a los gestores de algunas compañías que con sus nefastas decisiones les han conducido a la ruina.
Debería exigirse en base a qué criterios económicos se tomaron determinadas decisiones, porque ese afán por crecer a toda costa, por acaparar más poder, que parece ser el único motor de algunos directivos, ha acabado con empresas otrora solventes.
¿Les suena de algo el caso del Banco Popular? ¿Alguien sabe por qué Prisa lanzó la Opa a Sogecable endeudando la empresa hasta límites insoportables? ¿Y las ampliaciones de capital de La Seda?¿ Y Colonial, ACS.....?
Pues bien, no solo los responsables de tamaños disparates no han sufrido reprobación alguna, mucho menos penal o mercantil, sino que para asombro de muchos, cuando no escarnio, permanecen en sus puestos cobrando sueldos millonarios, y exigiendo a sus trabajadores lo que no se exigen a sí mismos, y a los accionistas sacrificios y nuevos fondos, quién sabe si para nuevos disparates.
De esta crisis pocas cosas positivas se pueden sacar, pero cambiar esta situación podría ser una de éllas, es necesario acabar con esta impunidad. Se ha visto que las juntas de accionistas son meros formalismos, y que la política de retribución a los directivos en base a bonus desvirtúa totalmente su actuación, primando el crecimiento a corto plazo en detrimento de la creación de valor para el accionista, auténtico dueño de la compañía.
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